micra

No quiero ser el conejo blanco que, por el País de las Maravillas, acompaña a cualquier Alicia del mundo.
Hoy he roto mi reloj. El que marcaba cada segundo como si fuera el último y que condicionaba cada uno de mis pensamientos. "Ya voy tarde".
Ya no quiero seguir escribiendo guiones de películas que nunca se estrenan por falta de presupuesto emocional, de las que no hay diario de rodaje porque nadie quiere escribirlo...de las que no se filman porque no habría película suficiente, y no, no quiero ser un producto digital más. Quiero seguir siendo analógica y estropearme con el uso, y que cada salto en la imagen me recuerde el momento del estropicio.
De mi reloj no quedan ya ni las tripas, han saltado por los aires volando como cometas sin hilo, tan alto que ninguna vara de madera las alcanza. Se han quedado enredadas entre los tejados de los edificios más altos, entre las copas de los árboles a los que no pienso subirme. Prefiero tener los pies más cerca del suelo.
He cambiado de banda sonora. Prefiero los textos de siempre, los que hablan de rosas y mariposas aunque a algunos les parezcan "mariconadas" porque no van suficientemente ebrios, pero que al menos, riman... de Joyas del Pacífico y de piratas que bailan con espíritus livianos que nunca podrán abordar. Sólo seis cuerdas y una melodía, sólo las ganas de escuchar. Las de sentir. Las de brillar una vez más sin cegarme.
Hoy, he roto mi reloj.
Ya no escucho "tic-tacs" en mi cabeza, y sólo el ritmo de mi corazón marca el compás de mis pasos. Hasta el aire es más fresco, y puedo volver a sentirlo acariciar mi cara. Cierro los ojos, y no me molestan los pajaros cantarines ni los amaneceres que amanecen demasiado pronto, ni siquiera los ladridos de los perros callejeros que ahora parecen un coro afinado.
Las manillas que marcaban las diez y diez, como en un anuncio perfecto, se han esparcido sobre el mar de las playas negras. Si alguien las encuentra, por favor, que no me las devuelva.
Hoy, he decidido romper mi reloj.