micra

Acercó su cara a la ventana hasta apoyar su frente contra el cristal empañado por las lágrimas que, aún calientes, se escapaban de sus ojos. Hubiese dado la vida por poder atravesarla.

Desde hacía algún tiempo, había aprendido a ignorar las señales y el dolor punzante, agudo, que día tras día le recordaba que aún seguía viva...para ella, ya no tenía sentido. Había decidido encerrarse allí, sola, con la firme intención de que el tiempo acabaría por curarla o, al menos, suavizar los efectos de la soledad y la desesperación que sentía cada vez que respiraba. Siempre supo que no sería una buena solución, siempre estuvo convencida de que, a pesar de intentarlo cada minuto, sólo conseguiría lamentarse de no haber saltado aquel día.

Ya era tarde. Quería creer que era demasiado tarde, que ya no había nadie esperándola. Necesitaba creer que ya era tarde para saltar. Necesitaba creer que la puerta se cerró aquel día...aquel día en que ella cerró su corazón....pero necesitaba sentir que aún seguía latiendo, aunque ni siquiera un leve rumor rebotara ya dentro de su cuerpo...

Algo golpeó la ventana desde el otro lado rajando el cristal, dejando que por primera vez en aquel tiempo, el aire limpio lavara la habitación...dejando que por primera vez, ella pudiera volver a respirar...

Y comezó a escuchar un tímido latido dentro de sí...
micra

El sol empezaba a ponerse, y la luz en el horizonte le deslumbraba a través del cristal. Levantó un brazo tratando de hacerse sombra con la mano. Alzó la mirada y, de reojo, la vio en el espejo. Estaba acurrucada en el asiento de atrás, parecía estar teniendo un sueño plácido; hasta se podría decir que había una sonrisa pintada en su cara. Si tuviera los ojos abiertos, seguramente estarían brillando de felicidad. Puso de nuevo la atención en la carretera y subió el volumen de la radio.

“…todo lo que sabemos hasta el momento. Y si alguien tiene información, por favor, que se ponga en contacto con la policía. Esperamos, de corazón, todo el equipo del programa, que aparezca pronto sana y salva…y… ¡Seguimos con la buena música cuando faltan dos minutos para las ocho de la tarde! Para aquellos que vayáis en el coche, disfrutad con este tema de The Marshall Tucker Band…Can’t you see…”

Subió un poco más el volumen.

Siempre le había gustado esa canción...

Siempre había pensado que la próxima vez que la escuchara iría conduciendo lejos de casa por alguna carretera vacía…y casi había acertado. A unos quinientos metros, aproximándose por detrás, una furgoneta amarilla parecía seguirle. Llevaba viendo la misma furgoneta detrás de él desde hacía más de tres horas, pero no podría jurar si llevaba ahí más tiempo...quizá, incluso desde que salió de casa…

Volvió a mirarla. Exactamente en la misma posición, como si estuviera hecha de piedra…inmutable.

Respiró hondo y pisó el acelerador.

Estaba comenzando a ponerse nervioso…
micra

Volvió a hacerlo.

Una vez más.

Quizá si tenía un problema, pero ni siquiera quería ponerse a pensar en ello. Le dolía demasiado.

Podía dejarlo cuando quisiera.

Pero no quería.

Desde hacía días, apenas se movía de la cama.

No se había duchado hoy.

El olor a sudor se mezclaba con el humo del tabaco.

En la habitación, no quedaba una baldosa que no estuviera cubierta por un pañuelo lleno de lágrimas, y de mocos.

Y lo había vuelto a hacer.

Prometió no salir de allí hasta haberlo olvidado, pero hacía sólo cinco minutos que había vuelto a recordarlo. Había vuelto a su mente sin que lo deseara. No podía dejar de pensar en ello. Probablemente le había dado ya más de mil vueltas. Todavía no comprendía qué había pasado.

Tenía la cabeza llena de preguntas de las que no quería saber la respuesta, pero se había convertido en una obsesión de las que no permiten conciliar el sueño.

Fuera, ya era de noche. Y recordaba perfectamente haber visto amanecer a través de esa ventana. En esa misma posición. Esa misma mañana. No tenía la seguridad de haberse movido. Iba a intentarlo de nuevo. Trató de convencerse de que ésta vez, al menos, tardaría más en volver a hacerlo. No podía volver a pensar en aquello. Tenía que olvidar. Se giró sobre la almohada y respiró hondo.

Abrió los ojos. La luz entraba por la ventana. Por fin había dormido. Alargó el brazo buscando tocar su cuerpo, y volvió a hacerlo.

La echó de menos

una vez más.

micra



“(…) Había dejado de sentir sus pies, y un hormigueo incómodo le empezaba a subir por las piernas. Notaba cómo el frío recorría sus venas, ascendiendo rápido y adormeciendo cada centímetro de su cuerpo. En pocos minutos, dejaría de poder pensar; en algunos más, dejaría de respirar.

Era el séptimo.

Y el último.

El techo de la habitación parecía acercarse cada vez más al suelo, dibujando un angosto pasillo como único camino. Se tumbó y comenzó a arrastrarse. Hubiese deseado no acordarse de su claustrofobia… Le faltaba el aliento, le quemaban los brazos y la piedra arañaba la piel de su pecho, de su tripa,…y de su alma;… y comenzó a dudar, por primera vez, de si merecía o no la pena el esfuerzo. Su cabeza comenzaba a llenarse de voces, de melodías que no hacían más que recordarle lo pequeño que había sido, lo lejos que había estado hasta ahora de su verdadera naturaleza…

Nunca estuvo seguro de en qué momento perdió la consciencia, pero cuando abrió los ojos, el aire parecía más fácil de respirar. Alrededor, sólo nada.


Oscuridad.


Vacío.


Nada.


Incluso se llegó a preguntar si ya estaría muerto…pero aquello no se parecía al infierno que habría imaginado, y mucho menos al cielo que le habían contado. Sus ojos fueron acostumbrándose poco a poco a la casi inexistente luz, y al poco pudo adivinar una pared circular alrededor de la estancia. Una habitación redonda.


Y tres ventanas.


Cerradas.


Tres ventanas de madera por las que, quizá, podría entrar por fin la luz que tanto echaba de menos, y que tanto había estado buscando…(…)”
micra
No ha pasado un solo día en el que no te haya echado de menos.

A veces, me siento aquí, como ahora mismo, en este mismo sillón, y cierro los ojos tratando de verte, probándome a mi misma que sería capaz de dibujarte sin errores todo este tiempo después. Tiempo que parece no haber pasado nunca.
Sigo sintiéndote cerca. Como si nunca te hubieras marchado. Y hay noches, en las que puedo olerte.

No se me ha olvidado
.”

Estaba releyéndolo por sexta vez. Pensaba que ya jamás volvería a saber nada de ella. Siempre que lo había intentado, no había conseguido volver a encontrarla. Al otro lado, sólo había frío.
Notaba el pálpito de su corazón bajo el pecho. Si estuviera de pie, seguramente le estarían temblando las piernas.
Había deseado volver a verla desde el segundo siguiente a perderla de vista aquella última vez, y aún llevaba su mirada con él. Había querido mirarla a los ojos cada noche antes de irse a dormir.

Se levantó de la silla y fue a hacerse un café.
Él tampoco lo había olvidado. Podría describir todos y cada uno de los días que habían pasado juntos, minuto a minuto si fuera necesario. Él, algunas veces, también notaba su perfume en la habitación..

Se sentó frente al teclado.
micra






No había podido pegar ojo en toda la noche. La tormenta había parado hacía horas pero incluso en el silencio más absoluto, no había podido quedarse dormida. Desde pequeña le asustaban los truenos. Se había escondido bajo una manta, con tapones en los oídos tratando de olvidar dónde estaba. Probablemente, esa noche había hecho el viaje más maravilloso de su vida…de las calles de una Nueva York nocturna, a las costas accidentadas del norte….pero al final de cada pensamiento, siempre volvía a casa, a su propio salón, y se veía a sí misma cogiendo el teléfono para llamarlo.
Estaba tumbada en el sofá, viendo una serie de dibujos animados en la televisión con el mando a distancia en la mano. No eran más de las 7 de la mañana. De vez en cuando, miraba el móvil.


En la calle comenzaban a oírse las primeras voces, los coches…y la claridad del día inundó la habitación sin que ella se diera cuenta. Estaba segura de que los sábados él no madrugaría. Si no había dado alguna señal ya no iba a hacerlo ahora, al menos hasta que despertara. En el fondo, deseaba con todas sus fuerzas que lo hiciera pronto.


Después de imaginar el lago más azul que pudo, se quedó dormida, acurrucada bajo la manta en el sofá.
micra





"Ésta vez sí”- me dije…

Me senté a la mesa, y tiré todas las piezas encima. Un mosaico de negros, rojos y verdes. Separé tres montones. Por colores. El negro era el más grande.
El primer paso, buscar las esquinas. Sólo cuatro piezas.

“Vamos, que ésta vez sí”- me repetí

Estaba a punto de terminar el marco, ilusionada por ver cómo aquello iba tomando forma, claro que, al fin y al cabo, es más fácil cuando sólo hay tres caras para encajar…

“Has llegado más lejos que la última vez, no está nada mal…”

Después de más de una hora buscándola, terminé rindiéndome. Se podría decir que todo terminó antes de empezar. Murphy me odia.

“Joder, falta una pieza”

Podría haber tratado de buscarla mejor, o de haber intentado que me enviaran otra, pero me levanté de la silla, me senté frente a la tv y se me olvidó lo que tenía que hacer.

Un mes después, el marco sin terminar, aún seguía sobre la mesa.

“Bueno, ya aparecerá la que falta…esta vez, sí”
micra



...cierra los ojos.

En ésta noche, sólo trata de dormir.

Deja que te acaricie, y concéntrate sólo en mi mano apretando la tuya para que no caigas.

No busques más allá.

No estoy tan lejos.

Respira. Otra vez....respira.

Abrázame.

Y ahora...descansa.
micra

No quiero ser el conejo blanco que, por el País de las Maravillas, acompaña a cualquier Alicia del mundo.
Hoy he roto mi reloj. El que marcaba cada segundo como si fuera el último y que condicionaba cada uno de mis pensamientos. "Ya voy tarde".
Ya no quiero seguir escribiendo guiones de películas que nunca se estrenan por falta de presupuesto emocional, de las que no hay diario de rodaje porque nadie quiere escribirlo...de las que no se filman porque no habría película suficiente, y no, no quiero ser un producto digital más. Quiero seguir siendo analógica y estropearme con el uso, y que cada salto en la imagen me recuerde el momento del estropicio.
De mi reloj no quedan ya ni las tripas, han saltado por los aires volando como cometas sin hilo, tan alto que ninguna vara de madera las alcanza. Se han quedado enredadas entre los tejados de los edificios más altos, entre las copas de los árboles a los que no pienso subirme. Prefiero tener los pies más cerca del suelo.
He cambiado de banda sonora. Prefiero los textos de siempre, los que hablan de rosas y mariposas aunque a algunos les parezcan "mariconadas" porque no van suficientemente ebrios, pero que al menos, riman... de Joyas del Pacífico y de piratas que bailan con espíritus livianos que nunca podrán abordar. Sólo seis cuerdas y una melodía, sólo las ganas de escuchar. Las de sentir. Las de brillar una vez más sin cegarme.
Hoy, he roto mi reloj.
Ya no escucho "tic-tacs" en mi cabeza, y sólo el ritmo de mi corazón marca el compás de mis pasos. Hasta el aire es más fresco, y puedo volver a sentirlo acariciar mi cara. Cierro los ojos, y no me molestan los pajaros cantarines ni los amaneceres que amanecen demasiado pronto, ni siquiera los ladridos de los perros callejeros que ahora parecen un coro afinado.
Las manillas que marcaban las diez y diez, como en un anuncio perfecto, se han esparcido sobre el mar de las playas negras. Si alguien las encuentra, por favor, que no me las devuelva.
Hoy, he decidido romper mi reloj.
micra

Ya estaba anocheciendo cuando salió por la puerta de la oficina, anocheciendo… como siempre. Se había prometido a sí misma salir a su hora, al menos por hoy, y planear una tarde distinta. Era viernes. Ya estaba cansada de vivir bajo una luz fluorescente que pintaba su rostro de un color amarillo poco saludable…si seguía así, acabaría convirtiéndose en un personaje más de los Simpsons, con los pelos de punta y los ojos saltones tratando de llegar a la pantalla del PC.
Hoy no, hoy sería distinto; llegaría a casa, se ducharía, prepararía una rica cena y le llamaría.
Hacía bastante frío en la calle, y el viento parecía arañar su cara a cada roce. Se levantó el cuello del abrigo y trató de cubrirse como pudo. Se había olvidado los guantes en el despacho, pero no estaba dispuesta a subir de nuevo y volver a cruzarse con las cotorras de administración, así que metió sus manos en los bolsillos y apretó fuerte los puños. Si levantaba la cabeza, el aire hacía llorar sus ojos, así que sin levantar apenas la mirada del suelo, y caminando con la mayor rapidez a la que podía moverse, llegó a la estación de tren.
Ruido, voces, empujones, carreras. Llevaba más de diez años haciendo el mismo recorrido, soportando los constantes retrasos, las averías casi diarias, las conversaciones a gritos, la música chillona que salía de no se sabe dónde…pero si había algo que había llegado a odiar eran esos encuentros desafortunados en el andén con alguien que conoces, a veces incluso sólo de vista, y que se muere por contarte su vida (vida que dura lo que el mismo viaje en tren), aunque a ti no te importe en absoluto. Miró a lo largo del andén y no vio a nadie que pudiera molestarla. Sacó el libro que llevaba en el bolso y se sentó en el banco a esperar.
Debería haber pasado hace más de veinte minutos. La gente se movía nerviosa a lo largo del andén. Cómo no, ella estaba cada día más segura de que Murphy la odiaba. No podía ser. De qué había servido. Ahora llegaría tardísimo a casa, y además había dejado trabajo pendiente. Respiró hondo. Hubiese matado por un cigarro, pero llevaba 3 meses sin fumar.
Pasadas las nueve de la noche, y después de más de una hora clavada en el banco (ya había descubierto que el asesino no era otro que el primo de la rubia), llegó el tren.
Si normalmente viajaban unas cincuenta personas por vagón, ella podía contar más de cien. Era impensable siquiera sentarse durante el trayecto, ya tendría bastante con evitar algún codazo y con escaparse de algunos olores que comenzaban a inundar el espacio.
Le dolían los pies. Comenzó a maldecir el minuto en el que esa mañana había decidido ponerse tacones, pero era viernes y pensó que sería una buena idea arreglarse un poco para sentirse algo mejor. Ahora estaba arrepintiéndose no sólo de haber elegido los tacones, sino de no haberse quitado el abrigo antes de entrar.
El tren andaba a tirones, parándose en cada estación más de diez minutos y llevando a la desesperación a la gente que ya se había convertido en una comunidad unida por el insulto y la crítica hacia el conductor, la empresa ferroviaria y hasta a los ingenieros y diseñadores del convoy en cuestión.
Le dolían los pies, mucho. No paraba de sudar dentro de aquel horno, y comenzó a dolerle la cabeza. Dos mujeres conversaban frente a ella sobre qué cenarían aquella noche, un chico de unos veinte años gritaba por su móvil que no le esperaran porque llegaría tarde al cine…¿y ella? ¿Qué cenaría aquella noche? ¿Quién la esperaba?...Volvió a respirar hondo.
A las diez y media de la noche pisó por fin el suelo de la estación de su pueblo. Las diez y media. Comenzó a llover justo cuando salió de la estación y no tuvo más remedio que correr por la calle tratando de cubrirse con un periódico gratuito que había recogido de una papelera.
Le seguían doliendo los pies y el abrigo, mojado, comenzaba a pesar y a cargar sus hombros. Sólo pensaba en llegar a casa, meterse en la ducha, ponerse el pijama y después de tomar un vaso de leche, irse a dormir. Era tarde, ya no le llamaría. Además, él tampoco la había llamado.
Tras el último trago de leche, apagó el televisor, apagó el móvil y se metió en la cama. Mañana sería sábado, un nuevo día, un nuevo sol…y quizá… mañana le llamaría.
micra

Apenas había amanecido cuando abrió los ojos. Se había prometido a sí mismo no despertar hasta el mediodía, al fin y al cabo, era sábado y no tenia nada que hacer. Ya estaba acostumbrado a no cumplir sus promesas, así que hoy no seria una excepción.
La luz del sol se filtraba por las cortinas, y le acariciaba la piel.
Decidió quedarse tumbado en la cama, por si acaso volvía a dormirse; no quería perder la oportunidad de volver a soñar con ella. Después de un minuto, se dio cuenta de que necesitaba ir al baño. Había bebido demasiada agua durante la noche.
Se movió perezoso entre las sábanas y se arrastró hasta el borde de la cama, dejando colgar sus piernas mientras estiraba los brazos hasta hacer crujir la espalda. Apoyó un pie en el suelo, estaba demasiado frío para caminar descalzo, así que buscó con el otro pie las zapatillas que se habían escondido bajo la cama. Notó algo húmedo en la pierna. Ella también se había despertado ya y, como cada mañana, venía a saludarlo. Tenían un acuerdo tácito.
Le costó encontrar el interruptor de la luz, recorrió la pared con su mano, tratando de recordar a qué altura quedaba. La bombilla se encendió cegando por un segundo sus ojos aún entreabiertos. Se miró en el espejo. Tenía ojeras, una barba incipiente y algunas canas de más. No se encontraba bien. Tenía la sensación de que cada mañana era exactamente igual a las demás, pero la imagen que le devolvía el espejo se alejaba cada vez más de cómo se recordaba a sí mismo.
Agua, café, una cerilla. Quizá con algo en el estómago el día comenzaría algo mejor. Buscó entre los armarios de la cocina algo de pan de ayer. Siempre le había gustado el olor a café recién hecho y a pan tostado, como cuando era pequeño. Como el olor de la cocina de su abuela los sábados por la mañana. Ahora ella ya no estaba allí, nadie estaba ya allí. Sólo él…y bueno, también ella.
Volvió a notar algo húmedo rozándole la pierna desnuda. Ella se había sentado a su lado, mirando hacia arriba con ojos contentos, con la mirada del que huele la libertad de cerca. Movió el rabo nerviosa tratando de convencerlo de que el café podría esperar pero ella no. La estrategia tuvo resultado. Él la miró, y también decidió que el café podría esperar.
Se puso una camiseta sucia que llevaba dos días tirada en una silla del salón, unos pantalones gastados y sin ni siquiera peinarse, cogió la correa, las llaves y salió a la calle. Poco le importaba la pinta que tenía, estaba seguro de que a esas horas, no habría nadie por ahí, y realmente tampoco le importaba si alguien lo veía, llevaba demasiado tiempo sintiéndose invisible.
Ella tiraba contenta de la correa mientras él arrastraba sus pies y se dejaba llevar. Le dolían los brazos, así que la soltó y vio como se marchaba corriendo detrás de un pajarillo. Le encantaba verla correr, era capaz de conseguir que durante unos minutos se olvidara de todo.
Al cabo de una hora de carreras y juegos con la pelota, ya estaban listos para volver a casa. Ella se había tumbado en la hierba, debajo de la sombra de un árbol esperando a que él se levantara del banco y la llamara. Le silbó. Le puso la correa y se marcharon a casa. El sol comenzaba a quemar, el parque se empezaba a llenar de gente y era el momento justo para marcharse.

Se acordó del café, del olor a pan tostado y le entró hambre. Quizá le quedaba algo de queso en la nevera.

Después de todo, ya no quería volver a la cama. El día comenzaba. Un nuevo día. Un sábado. Un sol más. Se llevó el desayuno al salón, mientras ella se echaba sobre su cama naranja y decidió que después de ducharse, la llamaría.
micra
“Acarició despacio la madera podrida de la puerta que aparecía ante él, olía a humedad, a sal…las lágrimas de años habían conseguido deteriorarla tanto, que ahora era casi imposible abrirla. La recorrió con la mirada tratando de recordar cómo era hace tiempo, los relieves que la decoraban, el color azul de la madera que ahora se había tornado una mezcla de gris con gris.

Había llegado el momento, la puerta que él mismo se había encargado de cerrar, ahora debía abrirse de nuevo y volver a dejar pasar la luz. La cerradura estaba cubierta de óxido, y dudaba si la llave que guardaba en su bolsillo sería capaz de reanimarla y hacerla trabajar de nuevo. Se oyó un “click” metálico. Colocó las palmas de las manos sobre la superficie arrugada y empujó con fuerza hasta que, poco a poco, comenzó a moverse. La madera gemía, como un lamento, crujía a cada centímetro, y un haz de luz se iba abriendo paso a paso, cada vez más grande…En pocos segundos todo se iluminó, las paredes que hasta ahora habían sido invisibles en la negrura de la oscuridad, se pintaron de blanco, y pudo ver cómo estaban cubiertas de palabras que habían sido escritas por otros…otros que estuvieron antes allí y que como él, también habían conseguido abrir la puerta. Se acercó a una de las paredes, y escribió la suya…”vida”.

La última vez que estuvo allí, pensó en cómo sería volver a ver la luz…ahora sabía que ya no se lo volvería a preguntar nunca más…desde ese mismo momento, se juró a sí mismo, no volver a vivir en penumbra…Dio dos pasos hacia delante, y salió de allí sonriendo…”
micra

….Sólo tres escalones más.

El calor era insoportable. Las rodillas le temblaban y apenas sí podía tenerse en pie, pero estaba tan cerca…
Delante de sus ojos comenzaba a dibujarse el primero. Más alto que el anterior y aparentemente más lejano. Estiró su cuerpo alzando sus brazos hacia arriba, lo más arriba que pudo y saltó. La primera vez, los dedos se le escurrieron del borde frío de la piedra. Cayó con todo el peso sobre sus pies que se acalambraron sacudiéndolo de dolor. Había podido sentir como las rodillas le crujían y dudaba si podría ponerse de nuevo en pie. El segundo salto fue aun más corto que el anterior. Sabía que sólo tendría una o dos oportunidades más antes de desfallecer, pero consiguió agarrarse en el tercer intento. Todo era cuestión de concentrarse. Comenzó a imaginar como sus brazos, tensos, empezaban a levantar el resto de su cuerpo despacio, hasta que con un último impulso, conseguía subir su pierna derecha hasta engancharse con el pie. Luego sólo quedaba un empujón y estaría más cerca…Lo veía claramente en su cabeza, pero cuando ordenó trabajar a sus brazos, estos se rebelaron. Comenzaron a temblar, pero no podía soltarse ahora…había solventado el primer obstáculo, y no se sentía con fuerzas de volver a saltar, así que debería subir ahí como fuera…
Cerró los ojos, respiró profundamente y controlando cada milímetro de su cuerpo, notó como se elevaba…Muchos habían llegado a donde él estaba ahora, prácticamente desnudo, descalzo y con la reserva de fuerzas agotada, y muchos no habían pasado de aquel mismo lugar, pero no podía dejarse vencer. Él era más fuerte. Él tenía un motivo mucho más importante para llegar hasta el final.
Sabía que aún le quedaban dos escalones más, y no quería gastar la poca energía que le quedaba, no estaba seguro de qué le esperaba una vez hubiese saltado la piedra.
Muchos hablaban de la Torre de los Siete Escalones, pero pocos sabían que no era precisamente una escalera lo que esperaba allí dentro a cualquiera que osara a cruzar sus puertas; cada uno de los siete escalones, no eran sino trampas, pruebas que ponían al limite la capacidad humana. Ahora su condición física estaba en juego. Debía arriesgarse. Si decidía subir, se quedaría exhausto, y no sabía que probabilidades existían de que necesitara sus brazos y sus piernas de nuevo en el siguiente escalón.
Si algo había aprendido a lo largo del camino, era que sólo estamos seguros de lo que conocemos, y el pensar en qué nos espera, sólo limita que podamos romper la barrera y salir del agujero…Volvió a concentrarse, y sin importarle si conseguiría respirar después, subió la pierna derecha hasta engancharse al filo con los dedos del pie. Como pudo, arrastró el resto de su cuerpo hacia la superficie lisa de la piedra, y rodó hasta quedar bocarriba…Acababa de darse cuenta de que todo lo que necesitaba estaba en su cabeza, el controlarlo, sólo dependía de él mismo…
Sonrió.

Sólo dos escalones más….
micra

Necesito oírte susurrar en mis oídos…que me cantes una nana antes de dormirme esta noche.

Cerraré los ojos, y volveré a soñar contigo, como cada vez que el sol se pone…como cada vez que la luna me mira, con esa media sonrisa del que sabe algo y no lo quiere decir…cómplice…

Necesito un “Érase una vez…” que no acabe en perdices, porque me da igual si al final comemos pan y cebolla…

Necesito una bruja que me hechice de nuevo, que me convierta en halcón para poder volar más alto, para verte desde arriba mientras cruzas los montes nevados del reino…

Necesito el perfume de las rosas alrededor de la muralla de espinas, donde pincharse equivale a una eternidad tranquila…silencio…y al final, un beso de buenos días.

Necesito…que me cuentes un cuento
micra



Hoy es uno de esos días que amanece maravilloso...con un sol espléndido y ese algo en el ambiente que te dice que va a ser un buen día. Hasta le he hecho una foto a una flor. Lo cierto, es que me lo he creído, y me he creído que por fin me he hecho fuerte y voy a poder con todo...pero necesito admitir mi debilidad o nunca podré ser sincera, conmigo misma primero, y después con los demás.
No tengo la cura, y me gustaría. Cada mañana que me levanto, me propongo enfrentarme a la vida como algo nuevo, intentando olvidar lo malo que ha psado, y guardarme sólo las experiencias postivas, pero no. No puedo. No puedo sacarlo de mi cabeza. No puedo sacarlo de mi cuerpo. No puedo sacarlo de mi alma...No puedo sacarlo de mi vida.
Si bien se dice que querer es poder, no estoy de acuerdo.
Quiero hacerlo, porque estar así me está rompiendo por dentro, pero no puedo. Lo he intentado de todas las maneras, pero sigue dentro de mí. Hoy la culpa la ha tenido una foto...otros días una canción...otros una simple palabra...¿Acaso hay algo que no me cause ese efecto? No sé, porque incluso ahora miro los spaghetti de otra manera...
A veces tengo la sensación de que él lo sabe y es capaz de sentirlo, a veces (muchas veces) tengo la sensación de que sigue aquí a mi lado, que nunca se ha marchado...pero la realidad es que ha desaparecido como el humo. Sin explicaciones, sin ni siquiera excusas,...sólo una voz detrás de un teléfono...y un "ciao".
Qué quereis que os diga, me está costando salir de esto como nunca me ha pasado. Se lo que tengo que hacer, pasar página....pero a veces es como si no la hubiera terminado de leer...
Sólo necesito que pase lo que tenga que pasar, que se me olvide, que vuelva, que lo odie, que lo ame, lo que sea....pero que pase ya o acabaré volviendome loca, y es que ya sabeis lo impaciente que soy...
Sólo una cosa, si alguna vez quieres encontrarme...Ill be under the mushroom...