micra
“Acarició despacio la madera podrida de la puerta que aparecía ante él, olía a humedad, a sal…las lágrimas de años habían conseguido deteriorarla tanto, que ahora era casi imposible abrirla. La recorrió con la mirada tratando de recordar cómo era hace tiempo, los relieves que la decoraban, el color azul de la madera que ahora se había tornado una mezcla de gris con gris.

Había llegado el momento, la puerta que él mismo se había encargado de cerrar, ahora debía abrirse de nuevo y volver a dejar pasar la luz. La cerradura estaba cubierta de óxido, y dudaba si la llave que guardaba en su bolsillo sería capaz de reanimarla y hacerla trabajar de nuevo. Se oyó un “click” metálico. Colocó las palmas de las manos sobre la superficie arrugada y empujó con fuerza hasta que, poco a poco, comenzó a moverse. La madera gemía, como un lamento, crujía a cada centímetro, y un haz de luz se iba abriendo paso a paso, cada vez más grande…En pocos segundos todo se iluminó, las paredes que hasta ahora habían sido invisibles en la negrura de la oscuridad, se pintaron de blanco, y pudo ver cómo estaban cubiertas de palabras que habían sido escritas por otros…otros que estuvieron antes allí y que como él, también habían conseguido abrir la puerta. Se acercó a una de las paredes, y escribió la suya…”vida”.

La última vez que estuvo allí, pensó en cómo sería volver a ver la luz…ahora sabía que ya no se lo volvería a preguntar nunca más…desde ese mismo momento, se juró a sí mismo, no volver a vivir en penumbra…Dio dos pasos hacia delante, y salió de allí sonriendo…”